Nº13. Juan Montseny: Consideraciones sobre el hecho y la muerte de Pallás, La Coruña, 1893


Nº13. Juan Montseny: Consideraciones sobre el hecho y la muerte de Pallás, La Coruña, 1893  

                (...) Decir que la sociedad ha sido injusta al sentenciar a Pallás fuera inocente. De otro modo Pallás hubiera sido un criminal; de otro modo, los anarquistas todos seríamos unos perturbadores sin fin, sin motivo, sin causa. Ni nosotros podíamos esperar otra cosa, ni otra cosa jamás esperó Pallás, que conocía la sociedad presente.
                (...) Cuando una sociedad se dan casos como el de Pallás, cuando un individuo de tan superiores cualidades atenta contra la vida de un semejante, él, que sustentaba ideas que prescriben el derecho a la vida como el más ilegislable de los derechos, necesario es pensar que la máquina social no anda con debida justicia y que en el fondo de las relaciones humanas existe una verdadera perturbación que se hace digan de estudio. No cabe creer ni esperar que el cadalso sea el designado para detener las reclamaciones de los que piden derechos, pues si esta petición toma caracteres como los dados por Pallás es porque no se tienen en cuenta y se desprecia otro modo de pedir más armonía con las mismas ideas que defendemos; pero también más improcedentes con la era de persecución, de fuerza y de injusticia que contra nosotros se ha inaugurado. El cadalso podrá quitar la vida a muchos; pero a nadie convencerá de que la base de la actual sociedad sea la más justa de las bases.
                Y si el mundo de los explotadores es tan soberbio y torpe que no se digna pensar en que pueden ser justas y posibles nuestras ideas, que no achaquen a desvaríos nuestros lo que será ignorancia suya, que no es lo mismo alegar ignorancia propia que alegar incapacidad ajena.
                Nuestras reclamaciones y doctrinas podrán no hacer mella en el ánimo de nuestros enemigos, pero también pueden tener la seguridad de que se las han de haber con hombres tenaces que no han de desistir de su empresa porque el cadalso quite vidas tan despreciables como son las vidas de los que sufren.
                Y no es sólo la miseria el único creador del anarquismo, que éste tuvo por padres y tiene por propagandistas a quien necesita más derechos que pan, y el mismo Pallás, con necesitarlo tanto, es seguro que más hambre debía padecer su cerebro que su cuerpo.
                No, el problema de la Anarquía no es el problema de la miseria; lo dice la posición de que han gozado sus más ilustres defensores.
                Además de estar incapacitada la sociedad para calmar los gritos de protesta que hace arrancar el hambre, lo está también para ahogar los gritos que salen de la inteligencia.
                De esta incapacidad están seguros sus directores y de ella estamos seguros nosotros también.
                La sociedad ni puede corregirse ni quiere ser corregida. Por eso somos partidarios de los medios violentos. Atacamos el mal donde quiera que se halle. La sociedad es malísima y queremos destruirla. Para lograrlo bastará con nuestra piqueta y la propia descomposición social. Representamos al progreso y la más grande tiranía nada podrá contra la idea del porvenir. Poseemos abnegación, voluntad, criterio y entusiasmo. La bandera roja está en buenas manos. Las balas se estrellarán contra nuestro entusiasmo; las persecuciones, contra nuestra voluntad inquebrantable.
                Los organismos todos del actual estado de cosas se oponen al desenvolvimiento de nuestras ideas, y como tenemos la completa seguridad de que por el convencimiento nada lograremos de los que, por egoísmo e ignorancia, no han de dejarse convencer, hemos adoptado la táctica de vencerlos.
                Para las víctimas de esta lucha contra la sociedad ni compasión queremos pedir, pero puede estar segura que aquélla no la ha de obtener de nosotros.
                Entre los anarquistas y la sociedad, entre los hombres del mañana y los hombres de hoy, hay declarada una lucha tenaz. Sufriremos, pero venceremos; el tiempo es nuestro.
                Contra ella usamos distintas armas, según el temperamento, la educación, la miseria y las injusticias de que somos víctimas.
                No hay medios únicos ni medios preferidos: son buenos todos los que disgregan los cimientos sociales.
                El que tiene medios para dirigirse a la inteligencia, a ella se dirige; el que tiene el temperamento a propósito para luchar con la fuerza, con la fuerza lucha. El que ha sufrido suficientes injusticias y suficiente miseria para obrar como Pallásy como él obra, nosotros no podemos ni debemos condenarle.
                La sociedad contesta con la guerra. ¿Acaso pedimos perdón?
                La fuerza con la fuerza se repele, y merecerán bien de la sociedad futura todos los que, habiendo de morir de anemia por miseria, alcancen la muerte de Pallás. (...)

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